domingo, 9 de febrero de 2020

Palma lama


Por Diego Martín Gámez


Concentraba sus energías en la entrepierna y sus ojos miraban fijamente la ventana. Iba y venía, iba y venía. En el cuarto había un cuadro enorme con un cristo, de esos pintados con la imagen de Dios como si fuera actor de cine, al estilo Mel Gibson. En estos momentos, pensaba, la imagen le resultaba francamente molesta, belicosa, acosadora.

Su palma no buscaba cocos, solo subía y luego bajaba sobre el tallo mientras su mirada intentaba no cruzarse con la mirada del hijo del señor. Esa miraba penetrante y luminosa que en estos momentos le parecía insultante e iracunda, pero singularmente estimulante.

La ventana se desvaneció por instantes y sus ojos tuvieron que cerrar mientras sus músculos descansaban y el venero derramaba la pureza de su espíritu. Vio la luz divina.

Todo a los ojos del hijo del señor.

Al día siguiente, como cada domingo, ofició la misa de las 8.

sábado, 8 de febrero de 2020

Desnudo



Por Diego Martín Gámez



Se convirtió en una sombra sin luz, y eso ya es decir mucho porque aún así se veía en las tinieblas de una habitación ocupada por un hombre que vivía desnudo del alma. Lo observaba cada noche dormir tapado hasta los huecos, pero destapado por dentro.

-"¿Me escuchas?", le decía
-"Apenas", respondía el hombre. "¿Que quieres?"
-"Que te tapes para no sufrir".
-"Estoy totalmente tapado", respondía el hombre apenas consciente.
-"Ese es tu problema, solo te ves por fuera y ellos son una viña de tu claridad", a sombras decía.

Una de tantas noches antes de dormir, éste hombre buscó en la oscuridad la sombra, pero no pudo hallarla. No la vio en la pared, no la pudo ver en el espejo. Prendió una luz tenue, de esas pequeñitas que se conectan directo al toma corriente, para ver si la veía, pero nada, no la encontró. Ya era tarde y decidió dormir.

En esta ocasión nada, ningún hueco de su cuerpo estaba tapado, ninguno.

Había pasado medio siglo.